La resolución de Petroecuador revela la magnitud del deterioro geológico en la Amazonía. El SOTE, de unos 500 kilómetros de longitud y que atraviesa por un segmento de la cordillera andina, tiene una capacidad de transporte de 360.000 barriles de crudo por día y une los campos de extracción en la región Amazónica (noreste) con los puertos de embarque en la provincia costera de Esmeraldas (noroeste).
El sistema que transporta el petróleo ecuatoriano hacia la Costa se encuentra nuevamente en situación crítica. Petroecuador, la empresa estatal que opera el Sistema de Oleoducto Transecuatoriano (SOTE), declaró la emergencia en uno de sus tramos amazónicos debido a la inestabilidad del terreno, la actividad del volcán El Reventador y, sobre todo, al avance de un proceso de erosión que amenaza con desbordarse y que se produjo por la construcción de una central hidroeléctrica china.
La medida, que tendrá vigencia de 60 días, fue formalizada esta semana mediante resolución interna y permitirá realizar contrataciones directas para obras de protección.
Aunque el detonante formal fue la erupción del Reventador del 12 de octubre —que provocó caída de ceniza y movimientos de lodo—, los informes técnicos incluidos en la resolución describen un peligro distinto y más persistente: la erosión regresiva del río Coca. Tanto el USGS como el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los EEUU (USACE) y otras agencias federales acompañan al gobierno ecuatoriano para encontrar estrategias que permitan gestionar los sedimentos y la erosión en la cuenca del Río Coca.
Siete investigadores de agencias federales estadounidenses y de la Corporación Eléctrica del Ecuador, publicaron en febrero de este año un artículo científico sobre lo que sucede en el Río Coca y concluyeron que: “El ajuste geomorfológico del río Coca representa un desastre natural altamente inusual que amenaza la vida (útil), la propiedad, la infraestructura principal y la seguridad energética, ya que compromete oleoductos y la instalación hidroeléctrica más grande de Ecuador”.
La erosión ya provocó la suspensión temporal de operaciones petroleras a mediados de 2025, cuando un frente de deslizamiento se activó a la altura del río Loco. Durante casi un mes, tanto el SOTE como el OCP dejaron de bombear crudo. Desde entonces, Petroecuador ha tenido que modificar repetidamente el trazado del ducto. Nueve variantes provisionales han sido construidas desde 2020 para mantener la operación, y una décima se encuentra en obra en la zona más afectada de Napo, según reportes de Primicias.
Los técnicos de la empresa advierten que esa nueva ruta enfrenta un escenario geológico complejo: el terreno se compone de rocas fracturadas y sueltas, lo que incrementa los riesgos de colapso y dificulta el avance de maquinaria pesada. De producirse un derrumbe, el ducto podría fracturarse y causar un derrame con consecuencias ambientales graves en plena Amazonía ecuatoriana.

Erosión en el Río Coca aguas arriba del antiguo sitio de la cascada San Rafael, Ecuador, que muestra un cañón recién abierto que se ha formado desde 2020. (Molly Wood, USGS)
La emergencia busca acelerar decisiones que en condiciones normales tardarían meses. Con esta figura legal, Petroecuador podrá contratar directamente estudios y obras de mitigación sin pasar por procesos licitatorios. Sin embargo, expertos en energía sostienen que la empresa ha reaccionado tarde. “El SOTE y el OCP están atrapados entre dos amenazas naturales que no han sido abordadas con planificación estructural”, explicó a Primicias la académica Carolina Bernal, quien propone trasladar de forma definitiva el oleoducto hacia la margen derecha del río Quijos.
El caso del SOTE ilustra la fragilidad de la red energética del país. De ese oleoducto depende más del 60 % de las exportaciones de crudo, la principal fuente de divisas de Ecuador. Cualquier interrupción prolongada impacta directamente en los ingresos fiscales y en la estabilidad de las cuentas públicas.
El proyecto hidroeléctrico Coca Codo Sinclair se creó en el gobierno del ex presidente Rafael Correa y se lo presentó como el “más grande de la historia del Ecuador”. La vida útil de la hidroeléctrica se estimó en 50 años, pero la doctora Carolina Bernal, docente investigadora de la Escuela Politécnica Nacional, que ha estudiado al Río Coca desde el 2004, habló con Infobae en 2024 y explicó que la vida útil, en el mejor de los casos, será de 15 años.