De tanto en tanto me gusta darme una vuelta por el subgénero de las películas independientes de explotación, ese cine trash englobado en lo que podríamos llamar Cine Z. Y dentro de este mundo marginal, las películas conocidas como mockbusters son siempre atractivas. El término mockbuster define a los títulos cuyo estreno coincide con el éxito de taquilla de alguna película importante. Este “arrastre” de un título que está en boca de todos y al que los mockbuster intentan evocar, al menos en el título y/o el afiche. Ver muchas de estas películas hace daño, pero una de tanto en tanto nos muestra la amplitud que tiene el cine en todo el mundo. Estrictamente hablando, los mockbusters son siempre cine independiente y en alguna ocasión también son capaces de tener algo brillante, original o lo suficientemente absurdo como para resultar mejores que algunas películas clase A.
Plankenstein: A Killer Surf Movie (2025), como se adivina, busca aprovechar este nuevo furor por Frankenstein provocado por el film de Guillermo Del Toro y otros títulos que están por estrenarse. Este clásico de la literatura siempre ha tenido espacio en el cine, desde lo más importante a lo más berreta. La prueba de que el concepto mockbuster funciona es que acá estamos hablando de la película que en otro contexto quizás nunca hubiéramos intentado ver. La historia es muy sencilla, como se puede imaginar. Un antiguo mito hawaiano habla sobre una tabla de surf maldita, destinada a proteger a la reina y sus herederos, cobra vida. ¿Podrá la capitana de policía Merry Miller proteger a su hijastra Lili, heredera al trono, e impedir que la tabla maldita absorba el alma de todos los surfistas de Kailua? La pregunta es buena y de eso tratan los 98 minutos que dura la película, una extensión un poco por encima del género.
La tabla, claro, tiene arreglos que se ven como las cicatrices de la famosa criatura del horror gótico. Con cada nuevo crimen que comete se va volviendo más fuerte. Esta combinación de cine de terror basado en un personaje clásico y película de surf es mucho más atractiva en la promesa de la película más que en la visión de la película. No faltan escenas sangrientas y definitivamente no es una película para niños, porque la violencia, aún con torpes efectos, es explícita. Cuando llegan las escenas claves, los asesinatos entre olas, Plankenstein demuestra que no tiene como filmarlas excepto con los actores fingiendo que surfean en un fondo que no coincide en nada con sus figuras. Si estuviera bien hecho la película dejaría de ser Clase Z.
La película tiene algunos elementos de cultura hawaiana, una canción con sing along en mitad de la trama y un concurso de surf para darle algo de energía al largometraje. Aunque pierde su conexión con Frankenstein y se parece más a Piraña, la tabla de surf sigue siendo frankensteniana, con cicatrices y todo. El delirio del inicio busca crecer en ridiculez y humor en el último tercio, pero toda la suerte está echada. El chiste repetido del guardavidas corriendo sin llegar a cada uno de los incidentes es tal vez el más sólido dentro de la simpleza del conjunto. Lo único que finalmente demuestra Plankenstein es que hasta la producción más barata del mundo tiene acceso a un dron y puede usarlo en exceso. Y sí, tiene escena post títulos, aunque no sea Marvel.

Santiago Garcia
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