El reto actual para empresas, líderes, marcas y profesionales no es abandonar la palabra escrita, sino aprender a escribir para una mente que vive en movimiento. Una mente que no se detiene fácilmente, pero que cuando encuentra una idea clara, auténtica y relevante, se detiene, se conecta, reflexiona y actúa.
Desde hace algunos años, una afirmación ha ganado terreno en círculos de marketing, redes sociales y hasta en conversaciones cotidianas: “la gente ya no lee”. Se repite con convicción, como si fuera una sentencia definitiva, justificando estrategias cada vez más visuales, breves y fragmentadas. Sin embargo, detrás de esa afirmación no hay una verdad absoluta, sino una interpretación limitada del fenómeno. Lo que estamos presenciando no es una muerte de la lectura, sino una evolución profunda en la manera en que procesamos la información.
Vivimos inmersos en la llamada economía de la atención, donde el recurso más escaso no es el contenido, sino el tiempo y el enfoque. La tecnología, en lugar de eliminar la lectura, la ha multiplicado, pero la ha obligado a transformarse. Leemos más que nunca, solo que lo hacemos de manera distinta: más rápido, más selectivo, y con filtros cada vez más sofisticados para decidir qué merece nuestra atención.
Leer ya no es simplemente un acto contemplativo, sino una acción estratégica.
El lector moderno escanea titulares, evalúa párrafos, detecta palabras clave y toma decisiones en segundos. Si algo no captura su interés de inmediato, lo descarta sin culpa. Este comportamiento, muchas veces criticado como síntoma de superficialidad, es en realidad un mecanismo adaptativo.
En un entorno saturado de estímulos, la mente prioriza lo esencial y desecha lo innecesario. No es una pérdida cultural, es eficiencia cognitiva. Esta evolución tiene implicaciones profundas para quienes nos dedicamos a comunicar, liderar o influir. Ya no basta con generar contenido; hay que diseñarlo para una mente que se ha vuelto más exigente, más intuitiva y más consciente de su tiempo. El texto debe tener estructura, ritmo, intención. Cada palabra cuenta. Cada línea debe aportar valor o generar alguna conexión con el lector. Leer en el siglo XXI es un diálogo rápido y permanente entre quien escribe y quien decide quedarse o deslizar el dedo hacia el próximo contenido.
El fenómeno de los videos con subtítulos ilustra esta nueva dinámica. ¿Por qué subtitular contenido que ya es visual? Porque el texto sigue siendo la forma más rápida y democrática de acceso. Muchas personas consumen contenido sin sonido, en espacios públicos o de trabajo. Otras, simplemente, lo prefieren escrito. Además, los subtítulos cumplen una función clave de accesibilidad: permiten que personas con discapacidades auditivas también accedan a los mensajes. No basta solo con comunicar bien, hoy en día debe ser con conciencia e inclusión.
Esta perspectiva está alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, particularmente en lo referente a la educación de calidad, la reducción de desigualdades y la construcción de sociedades más justas. Si queremos ser parte de esa transformación, debemos entender que el texto no ha perdido su poder, al contrario ha generado valor, ha cambiado las reglas en la forma en que buscamos y digerimos información.
La paradoja es evidente: nunca hemos producido ni consumido tanto texto como hoy. Desde los mensajes en redes sociales, los newsletters, las biografías, los artículos, las descripciones en los videos, los correos, hasta los hilos en X (antes Twitter). El texto está en todas partes, pero ha dejado de ser un fin en sí mismo para convertirse en un vehículo de acceso a la conexión inmediata que necesita nuestro cerebro. No triunfa el que escribe más, sino el que escribe mejor para este nuevo lector.
Por eso, el reto actual para empresas, líderes, marcas y profesionales no es abandonar la palabra escrita, sino aprender a escribir para una mente que vive en movimiento. Una mente que no se detiene fácilmente, pero que cuando encuentra una idea clara, auténtica y relevante, se detiene, se conecta, reflexiona y actúa.
Leer no ha muerto.
Leer se ha transformado.
Y quienes comprendan esta evolución no solo lograrán comunicar mejor, sino también conectarán de forma más humana y profunda con su audiencia.
Erick Lasso, Gerente de KLASS ASESORES
Articulista www.vibramanabi.com