Investigaciones de Stanford y MIT citadas por The New York Times, señalan como estrategias efectivas de desconexión al teléfono que algunas personas cambiaron completamente su dispositivo, mientras que otras aplican técnicas como involucrarse en actividades recreativas y la desconexión nocturna.
Que vivimos en una sociedad hiperconectada, es cierto, al existir una abundante oferta de contenidos en las diversas plataformas y redes disponibles en la internet. Una reciente encuesta de Ideas Libres Comunicaciones realizada en las ciudades de Portoviejo y Manta, determinó que 8 de cada 10 personas mayores de 18 años reconoce estar conectada múltiples veces al día (más de 50) o casi constantemente a sus teléfonos.
¿Qué dice la ciencia al respecto? Catherine Price, autora de “How to Break Up With Your Phone” (Cómo romper con tu teléfono), plantea una inquietante reflexión: “En tu lecho de muerte, ¿qué tipo de vida quieres mirar hacia atrás? ¿una en la que pasaste tiempo con las personas que amas y en cosas que te trajeron significado y alegría, o una en la que pasaste mirando hacia abajo, a tu teléfono?”. Y es que ante el fracaso de los consejos tradicionales como las pantallas en escala de grises y los temporizadores de aplicaciones, catorce expertos en tecnología compartieron con The New York Times estrategias innovadoras para romper con la dependencia digital.
Estrategias de cambio de hábitos
La creación de presión temporal externa emerge como una técnica poco convencional pero altamente efectiva. Freya India, autora del boletín GIRLS en la plataforma Substack, un sitio donde escritores independientes publican contenidos por suscripción, describió su experiencia: reservar un examen de conducir antes de estar lista, apuntarse a una maratón antes de comenzar a entrenar, o invitar amigos a cenar antes de saber cocinar.
“Con una fecha límite acechando, tu tiempo libre se llena de preparación y práctica; no puedes permitirte desplazarte por la pantalla”, explicó a The New York Times. Tras meses cumpliendo una fecha límite desafiante, reconoce que su tiempo de pantalla nunca había sido tan bajo.
Nir Eyal, autor de “Indistractable: How to Control Your Attention and Choose Your Life” (Indistraíble: controla tu atención y elige tu vida), propuso una solución física inmediata: establecer un “altar de carga” central donde dejar el teléfono al llegar a casa. Cuando el dispositivo tiene un espacio designado, se reduce la probabilidad de cargarlo como un “chupete digital”, explicó Eyal.
Paul Leonardi, autor del próximo libro “Digital Exhaustion” (Agotamiento digital), sugirió aplicar el “procesamiento por lotes”: en vez de revisar mensajes y redes constantemente, concentrarlos en bloques definidos del día. Leonardi dedica tres momentos diarios: uno breve por la mañana, otro antes del almuerzo y un último previo a la cena.

Alternativas tecnológicas inteligentes
Clare Morell, autora de “The Tech Exit: A Practical Guide to Freeing Kids and Teens from Smartphones” (La salida tecnológica: Guía práctica para liberar a niños y adolescentes de los smartphones), adoptó una solución radical hace un año: cambió al Wisephone o lo que Ecuador denominaríamos un teléfono básico, no inteligente.
Este dispositivo carece de internet, correo electrónico, redes sociales o juegos adictivos, pero mantiene una tienda de aplicaciones con un menú limitado que incluye cámara y otras aplicaciones prácticas. “Como no puedo acceder a internet, no existe la posibilidad de ser absorbida buscando o leyendo algo en línea, o tratando de hacer un pedido de Amazon mientras estoy con mis hijos”, detalló a The New York Times.
Adam Alter, profesor de marketing en la Stern School of Business de NYU, recomendó aplicaciones que transforman en juego el tiempo lejos del teléfono, como Forest, Streaks y Offscreen.
En Forest, por ejemplo, se planta un árbol que crece cuanto más tiempo se evita el dispositivo. “Me gusta este enfoque basado en rachas, porque funciona a corto plazo aprovechando la gamificación mientras simultáneamente construye hábitos más sostenibles a largo plazo”, señaló.

Price, también autora del Substack “How to Feel Alive” (Cómo sentirse vivo), recomendó una medida que considera transformadora: conseguir un despertador independiente y cargar el teléfono fuera del dormitorio por la noche. Para quienes lo consideren difícil, Price aconsejó probarlo durante solo una semana, y destacó que este cambio ha transformado la vida de quienes lo adoptaron.
Jean Twenge, autora de “10 Rules for Raising Kids in a High-Tech World” (10 reglas para educar a los niños en un mundo de alta tecnología), planteó conseguir un “saco de dormir” para el teléfono como recordatorio para dejarlo fuera del dormitorio.

Lisa Damour, psicóloga clínica, utiliza el temporizador del propio teléfono cuando necesita mantener el enfoque, manteniendo el dispositivo a la vista para que una mirada rápida a la cuenta regresiva le ayude a continuar.
Sherry Turkle, profesora de estudios sociales de ciencia y tecnología del MIT, aplica una estrategia de sustitución directa. Cuando está a punto de entrar a TikTok, dedica ese tiempo a sí misma: lee un poema o un capítulo de una novela, escucha música nueva o camina. Cuando está tentada por Facebook o Instagram, llama o envía un mensaje a uno de sus amigos para organizar un encuentro, asegurándose de decir “te extraño”.
El Dr. Jason Nagata, pediatra y profesor asociado de la Universidad de California en San Francisco, priorizó la natación para sus entrenamientos, ya que la piscina es naturalmente una zona libre de teléfonos, creando una barrera física natural.
Cal Newport, profesor de ciencias de la computación en Georgetown University y autor de “Slow Productivity” (Productividad lenta), sugirió un enfoque nostálgico: realizar cualquier monitoreo o participación requerida en redes sociales al estilo 2006, en un navegador basado en una computadora portátil tradicional.
Jonathan Haidt, psicólogo social y autor de “The Anxious Generation” (La generación ansiosa), recomendó eliminar del teléfono las aplicaciones diseñadas para enganchar, como redes sociales y videojuegos tipo “máquinas tragamonedas”.
En cambio, sugirió usarlas en una computadora que no esté siempre cargada. “Tu teléfono debería volverse como una navaja suiza, llena de herramientas que sacas cuando necesitas hacer algo”, explicó.
Gabriela Nguyen, fundadora de Appstinence, adopta una postura radical: considera que las aplicaciones móviles se vuelven cada vez más atractivas y que resistir es una “batalla sin fin”. “No veo esto como una resignación sino como un reconocimiento sabio de cuándo alejarse de algo que me está lastimando, ya sea una persona”, afirmó.
Anna Lembke, psiquiatra y autora de “Dopamine Nation” (El país de la dopamina), sugiere que al dejar el teléfono y realizar una actividad ligeramente incómoda, como hacer diez abdominales, tomar un baño de agua fría o limpiar un armario descuidado, se obtiene la satisfacción de un logro tangible, rompiendo así el ciclo de reactividad constante que generan estos dispositivos.
Otra alternativa que puedes hacer para ir generando equilibrio en la usabilidad de teléfonos es dedicar un día a la semana para desconectarte físicamente de tu celular, usándolo solo como teléfono fijo para emergencias y manteniéndolo fuera de la vista. Esforzarte por estar libre del teléfono un día a la semana puede ayudar a estar mentalmente más sano y menos contaminado en un mundo hiperconectado.