La acción central de Drácula, luego del prólogo medieval, transcurre en París para el momento del centenario de la Revolución Francesa. Su director, Luc Besson, hace un film elegante y con varias grandes ideas
Drácula (Dracula: A Love Tale, Francia/Reino Unido, 2025) de Luc Besson es una alevosa remake de Drácula (Bram Stoker´s Dracula, Estados Unidos, 1992) de Francis Ford Coppola. Y la expresión alevosa para calificarla refiere a que no lo reconoce, colocando como única fuente de inspiración la novela publicada por Bram Stoker en 1897. Coppola hizo lo mismo en su momento, logrando una adaptación fiel, pero a la vez mucho más infiel debido al prólogo y el cierre, entre otras cosas.
Aquel guion de los noventa le daba un giro más romántico y lo mismo ocurre aquí en la versión de Luc Besson, el director de El perfecto asesino y Juana de Arco. Pero es más que obvio que Besson toma como referencia a la película y la mayoría de sus cambios principales. Hecha esta salvedad no menor, Drácula (2025) toma su propio camino y se atreve también sus propias decisiones.
El ecléctico y desparejo Luc Besson consigue aquí un film inesperadamente sobrio en comparación a varios de sus títulos más famosos. Inspirado en la mencionada mezcla entre Stoker y Coppola, narra una historia de amor con elementos sobrenaturales pero prácticamente sin ningún elemento del cine de terror, salvo la iconografía.
La acción central, luego del prólogo medieval, transcurre en París para el momento del centenario de la Revolución Francesa. No hay Van Helsing, sino un cura sin nombre interpretado por Christoph Waltz. Vlad/Drácula es interpretado por Caleb Landry Jones, que aporta exotismo (aunque es texano de origen) y esa seducción que no parte de la belleza física. También en esa línea menos tradicional está Zoë Bleu, quien interpreta a Elisabeta/Mina. Todos los juegos visuales de la versión de Coppola desaparecen para dar paso a una narración clásica, sin muchos de los recursos feos del cine actual.
Besson hace un film más elegante y con varias grandes ideas. Solo se arriesga al poner gárgolas como secuaces del Conde y aunque éstas tengan una vuelta de tuerca, se ven más cercanas a El mago de Oz que al mundo de Drácula. No existe tal cosa como demasiadas adaptaciones de Bram Stoker y esta película la debemos ubicar entre las buenas. No las maravillosas ni excelentes, pero si entre las buenas.

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