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La discapacidad como una vida indigna de ser vivida
Por María Cristina Kronfle Gómez - @mckronfle
Publicado en 18/08/2025 09:04
PENSAR

 Cada vez que la sociedad tolera discursos que reducen a las personas a cifras de productividad, a estándares de perfección física o a cargas sociales, revive la misma lógica que permitió la segregación, el exterminio y la invisibilización de cientos de miles de personas con discapacidad.

 

La historia de los regímenes totalitarios del siglo XX, revela hasta qué punto las ideologías políticas pueden moldear la concepción del ser humano, llegando incluso a negar su dignidad básica. Es así que el fascismo, nazismo, franquismo, estalinismo y maoísmo, compartieron un elemento en común, que recaía en medir el valor de la persona en función de su utilidad para el Estado, y en esa lógica perversa, las personas con discapacidad y con enfermedades, ocuparon el lugar de lo desechable, lo invisible o lo indigno de vivir.

En el caso del fascismo italiano, Mussolini exaltaba el ideal del ciudadano fuerte, atlético y disciplinado, modelo de la regeneración nacional. Aquellas personas que no encajaban en esta estética, eran relegadas a la marginación. Aunque, en Italia no se llegó a implementar un programa de exterminio para dichas personas, sí se consolidó un sistema de exclusión sistemática, que consistía en internamiento en instituciones, establecer limitaciones educativas y laborales, y una constante invisibilización de quienes no representaban la “grandeza” fascista. La retórica del “crecer, obedecer y combatir”, no contemplaba lugar para la fragilidad humana, es decir, para aquellos seres humanos que teniendo una discapacidad o condición patológica discapacitante, no contribuían, a decir del régimen de aquel momento, a establecer la lógica instaurada, lo que automáticamente, los colocaba en la esfera de la escoria humana.

El nazismo, en cambio, llevó este desprecio al extremo. Hitler no solo marginó, sino que convirtió la discapacidad en un argumento de política de Estado, para la eliminación de aquellos seres humanos. Bajo el programa Aktion T4, entre 1939 y 1941, más de 200.000 personas con discapacidad fueron asesinadas en hospitales y clínicas, por ser consideradas ´´vidas indignas de ser vividas´´. La lógica de la pureza racial y la eugenesia, justificó esterilizaciones forzadas, exterminio y experimentos médicos, en uno de los capítulos más siniestros de la historia contemporánea.

En el franquismo español, la represión se manifestó de otro modo. Franco consolidó un modelo de beneficencia y caridad cristiana, pero no de reconocimiento de derechos; por lo que, las personas con discapacidad eran reducidas al silencio social, escondidas en hospicios y asilos, administrados muchas veces por instituciones religiosas. La “España, una, grande y libre” no incluía la diversidad de cuerpos y condiciones, sino que prefería esconder aquello que se percibía como defecto o debilidad.

Por su parte, en la Unión Soviética, el discurso de igualdad se enfrentó con la realidad de un sistema productivista que valoraba al individuo por su aporte económico, mas no por la dignidad propia del ser humano. En este caso histórico, debemos saber que los soldados mutilados tras la Segunda Guerra Mundial, fueron apartados de las ciudades y recluidos en asilos, porque dañaban la imagen de fuerza del Ejército Rojo. El Stalinismo promovía la rehabilitación laboral, pero quienes no podían reincorporarse al trabajo, bajo las directrices de alta productividad y rendimiento, eran condenados a la marginación. La discapacidad no fue exterminada físicamente, pero si moralmente, pues se negaba su visibilidad e inclusión en las dinámicas sociales.

El maoísmo en China siguió patrones similares; el lema “Servir al pueblo”, se convirtió en medida de valoración social, es decir que, quien no podía producir era visto como obstáculo para la modernización. De ahí que, la discapacidad quedaba relegada a la pobreza rural, a la mendicidad o al aislamiento, sin reconocimiento de derechos individuales o colectivos.

En todos estos regímenes, las personas con discapacidad se convirtieron en el reflejo incómodo de aquello que el poder no quería ver, ni reconocer, con ello me refiero a que la vulnerabilidad era parte esencial de la condición humana, que dichos regímenes rechazaban. El fascismo y el nazismo exaltaron la fuerza; el franquismo, la pureza religiosa; el comunismo, la productividad obrera. Todos negaron el principio básico que hoy constituye la base del derecho internacional de los derechos humanos, que la dignidad no depende de la utilidad, sino de la condición intrínseca de ser humano.

El recuerdo de estas prácticas no es un mero recorrido por la historia mundial, es y deber ser, un llamado de alerta global, pues cada vez que la sociedad tolera discursos que reducen a las personas a cifras de productividad, a estándares de perfección física o a cargas sociales, revive la misma lógica que permitió la segregación, el exterminio y la invisibilización de cientos de miles de personas con discapacidad. Tomemos estos ejemplos y convirtámoslos en actos de resistencia ética, para asegurarnos que nunca más se repita la condena de la discapacidad como una vida indigna de ser vivida.

María Cristina Kronfle Gómez - @mckronfle

Abogada y Activista

 

Articulista www.vibramanabi.com

 

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