Se fue constituyendo la nueva política, donde los partidos están siendo exterminados, lo dogmático reposa en librerías y desplazado por formas más horizontales de pensamiento-acción, donde la mayoría puede verse y sentirse representada por algo o alguien por un tiempo que puede ser breve. Cuando lo nuevo empieza a parecerse a lo viejo, es desechado inmediatamente.
Cuando los generales y sus tropas volvían a casa en la Antigua Roma, victoriosos tras batallas donde desafiaban a la muerte y la gloria, el pueblo vibraba hasta el orgullo por su llegada. Y, sin embargo, lejos de la insoportable ceguedad del fanatismo, también les lanzaba una frase que no era dicha al viento como si nada: Memento mori. Era una visión cierta y potente de los paraqués de la vida, sus transitoriedades y fugacidades, pero, sobre todo, un recordatorio de lo inevitable: eran mortales. De que todo acaba. Que hay un tiempo para todo. Que nada es eterno.
Y menos en la política, donde los paradigmas y conceptos de las ciencias políticas como disciplina académica, han volado por los aires ante la feroz aparición y rápida consolidación de nuevas cotidianidades del Siglo XXI, impulsadas por la Cuarta Revolución Industrial. Hoy, hay otras formas de ver la vida y llevarla adelante más allá de las dificultades personales. Sobre esto reflexionó Zygmunt Bauman en sus análisis sociológicos poniéndonos letrero en la marquesina: “sociedad líquida”, caracterizada por la volatilidad e inmediatez. Todas las estructuras dejaron de ser fijas, como la familia, por ejemplo, que hoy tiene composiciones diversas.
Fugacidad. En este modelo, las instituciones y los vínculos humanos se debilitaron, las jerarquías son irrespetadas, hay individualismo y aislamiento; las relaciones son frágiles, incluidas las laborales que tienden a precarizarse; las identidades son cambiantes, aspiracionales y todo se convierte en un objeto de consumo, desde la materia hasta nuestros semejantes, que son vistos como "desechables" cuando pierden utilidad. Todo esto son hechos, son los tiempos y sus circunstancias. Cuando asesoro en comunicación política explico a mis clientes que lo más importante no es lo que yo creo, sino lo que cree la gente.
Así llegamos a la disolución del sentido de pertenencia social del ser humano. Al ser más aspiracionales, cuando la persona tiene posibilidades reales de ser independiente, la sociedad deja de ser la suma de individualidades para convertirse en el conjunto de las mismas. Se mueve por causas. Surgen nuevas formas, ya no tenemos mascotas, hay “perrihijos”. Hasta la aparición de la televisión -interpreta Jaime Durán Barba- lo que más distraía a la población eran los espectáculos políticos y religiosos. Cuando apareció la radio, mucha gente oía las discusiones del Congreso, los discursos de los políticos y los sermones de los curas. Si comparamos la oferta de placer de ese entonces con la que tenemos hoy, podemos decir que la vida era aburrida.
Hoy los medios perdieron la capacidad de decidir qué productos comunicacionales consumimos, la gente decide qué leer, escuchar o mirar y cuándo, pues gracias a la red el acceso a contenidos no está supeditado a la ubicación geográfica. Seleccionamos el medio y el mensaje. Por ejemplo, desde Portoviejo podemos seguir a comunicadores muy interesantes y reflexivos como Fabricio Vela en Quito con sus diferentes programas; a Jorge Lanata en Argentina hasta cuando su salud lo permitió; al humor picante de Jorge Yunda y Víctor Arauz; a las crónicas de Freddy Solórzano que desde Manta escribe joyas de la literatura ecuatoriana; engancharnos con espacios disruptivos como “Esto es fútbol” o podcasts, series, películas, conferencias, tutoriales, youtubers, tiktokeros, documentales y shows de la realidad que entretienen y hacen compañía.
Nueva política. En ese contexto también se fue constituyendo la nueva política, donde los partidos están siendo exterminados, lo dogmático reposa en librerías y desplazado por formas más horizontales de pensamiento-acción, donde la mayoría puede verse y sentirse representada por algo o alguien por un tiempo que puede ser breve. Cuando lo nuevo empieza a parecerse a lo viejo, es desechado inmediatamente. Le pasó al presidente Guillermo Lasso que, tras sus primeros meses y el éxito del plan de vacunación contra el Covid, empezó a sumar tropiezos, feroces cuestionamientos y denuncias, hasta llevarlo a anticipar el fin de su administración. Le ha pasado a cientos de políticos -alcaldes, prefectos, etc.- que después de una primera gestión han buscado la reelección y los electores les han devuelto a su casa como apestados muchas veces, pues su sola presencia en cualquier otra campaña es garantía de fracaso. "Las puertas del infierno están abiertas noche y día; suave el descenso, y fácil es el camino: Pero volver y ver los cielos alegres, esto es la tarea y el arduo trabajo", lanzó Virgilio en su poema épico, la Eneida.
Uno de los ideales que instituyeron los fundadores de la consultoría política es que era imposible que un candidato con más del 40% negativos gane elecciones. La realidad actual determina, por registros electorales principalmente y estudios de opinión también, que casi no existe un político activo con más opiniones positivas que negativas. Y en esa lógica, la gente vota más por rechazar algo o a alguien, que porque cree en una persona o sus propuestas. Terminan ganando las contiendas quienes poseen estrategia, usan herramientas atractivas, novedosas, sin gente acarreada a grandes concentraciones para que le aplauda.
Bajo ese estilo de la nueva forma de hacer política entró Daniel Noboa a sacudir el escenario político ecuatoriano y ganar dos veces la Presidencia de la República. Su estrategia de campaña fue impecable. Atacó cuando debió, dominó la agenda de debate público, comunicó que había un mañana. Sin embargo, el ejercicio de gobierno es otra cosa, es un arte que responde a otras sensibilidades. Después de tres meses del inicio de su segundo mandato se empiezan a notar fisuras a las que debe prestar atención, pues cuando éstas se convierten en grietas, son incontrolables y sin punto de retorno al “momento cero” de la crisis que puede ocasionar. De eso sabe muy bien la Asamblea Nacional que en poco más de 100 días de haberse instalado, sufre un grave desgaste de reputación de la cual muy pocos legisladores saldrán ilesos, pues la tendencia a generalizar es irreversible.
Realidad y percepción. Si la consulta popular y referendo 2025 que impulsa el presidente Noboa fuese hoy, ¿usted cómo votaría? En Manabí, si la tendencia se mantiene, es muy probable que un 70% de electores termine rechazando la propuesta del Gobierno. Y no es porque la mayoría de ellos crean en tintas mágicas o sean el voto duro de algo o alguien. Es porque formamos parte de la sociedad del Siglo XXI y somos aspiracionales. El serlo significa “poseer un fuerte deseo o propósito de alcanzar metas, un mejor nivel de vida o un estatus social. Implica tener ambiciones y esforzarse por conseguir aquello que se anhela, mirando hacia un futuro idealizado hasta alcanzar lo que aún no se posee. Y es en ese contexto donde la realidad golpea en la cara a la percepción. Muy pocos están sintiendo que sus vidas están mejorando. Un apunte adicional del clima social es que, si hoy se realizaran las elecciones seccionales en Portoviejo, Manta y otro par de cantones manabitas con considerable densidad poblacional, los escenarios están abiertos para que cualquier candidato pueda captar el poder local.
Son hechos. Como aquel reporte informativo de Ecuavisa de esta semana que daba cuenta que Ecuador atraviesa más de 1 500 días consecutivos con muertes violentas; el último día que no tuvo ni un solo asesinato fue en Nochebuena: el 24 de diciembre de 2019. De aquello se habló poco pues el campeonato mundial de desayunos organizado por Ibai fue más importante en esta sociedad liquida. ¡La política no se oye, se ve!
Néstor Romero Mendoza
Asesor en comunicación política
Columnista www.vibramanabi.com