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Ponerse en los zapatos de la gente
Por Néstor Romero Mendoza
Publicado en 04/09/2025 19:54
PENSAR
Óleo “Mundo sin respuesta” de Eduardo Kingman.

 El ecosistema digital no es todo cuando se gobierna. Hoy que ni siquiera un partido de fútbol de La Tri convoca la atención mayoritaria, las propagandas con mensajes nacionalistas del Gobierno y el mismo Himno a la Bandera que por estos días se encuentran pautados, aburren hasta el hartazgo a la mayoría de ecuatorianos de hoy que tienen otras visiones, prioridades, necesidades, insomnios y sueños. Hay que respetar a los electores. Hay que ponerse en los zapatos de la gente.

 

 

Pensaba Galeano que “la historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será”. Quizás Abdalá Bucaram, Rosalía Arteaga, Jamil Mahuad, Lucio Gutiérrez, Guillermo Lasso, Verónica Abad y muchos otros actores políticos de Ecuador que forman parte de la memoria histórica, pudieran responder ¿qué es más efímero que el poder sino el poder en sí mismo? Hay que vivirlo para entenderlo. Entender es quizás el mayor rasgo que hace diferente al humano de otras especies desde hace 200.000 años, cuando en África surgió el Homo sapiens. Mas, uno de los profetas del futuro, Yuval Noah Harari, estima que la clave fue la capacidad de crear y creer en universos simbólicos que permitió la cooperación flexible y a su vez la formación de sociedades, adaptables y diversas, capaces de convivir y compartir miedos, religiones, ritos, mitos, normativas y otras ficciones que regulan su domino sobre la Tierra. Por lo menos hasta ahora.

 

Aquello, tal vez, logra explicar por qué creamos “burbujas” para vivir -término moderno que intenta simplificar la profundidad filosófica de la caverna de Platón-, que es pensar que el mundo es el metro cuadrado en que se habita y que es desde donde nacen -principalmente- los “Yocreoqueismos”, y también los fanatismos a cualquier cosa, como el negacionismo, terraplanismo, otros “ismos” e “istas”.

 

Todos hacemos política por acción u opinión o ambas, aunque probablemente nunca estemos en papeletas. Una de las “burbujas” frecuentes en que vivimos está justamente en la actividad política, cuando se deja de mirar a la vida con matices y variables y se proclama la existencia de absolutos y verdades únicas, aún en plena Cuarta Revolución Industrial, donde la producción de pensamientos, estudios de comportamiento y validación de teorías son inagotables, día tras día. Es así como accedemos a contenidos interesantes, ideas e inventos impresionantes, autores fascinantes.

 

Tiempo pasado. Y uno de éstos es Rafael Poulain, un contador de historias imprescindibles en la red social X, quien hace poco nomás resumió la vida y muerte de Nicolas II, el último zar de Rusia:

Todo empieza en la Rusia del siglo XIX, en un palacio cerca de San Petersburgo. El 6 de mayo de 1868 nació allí el hijo del zarevich (heredero al trono) Alejandro III y de la princesa Dagmar de Dinamarca. La educación del pequeño “Nikki” fue estricta e inmejorable, dominaba el francés, el inglés, además del idioma de la corte rusa, el alemán. Su padre creía que consentir a los niños los volvería débiles. Por ello, hacía que Nicolás y sus hermanos durmieran en camas duras, sin lujos, se alimentaran poco y bañaran con agua fría.

La vida de Nicolás II cambió cuando su abuelo fue asesinado y su padre subió al trono. Él, ya como heredero directo, era un joven sumamente inseguro que rara vez salía del palacio, salvo en ocasiones especiales. En su presencia estaba prohibido hablar en voz alta, porque los ruidos fuertes lo ponían nervioso. Cuando asistió a la boda de un tío, conoció a la princesa Alix de Hesse-Darmstadt, nieta de la reina Victoria. Enamorado, le propuso matrimonio, convencido de que cualquier mujer desearía casarse con él. Pero Alix lo rechazó. El padre de Nicolás prohibió a “esa alemana”, como solía llamarla, acercarse a su hijo. Y Nicolás obedeció con resignación. Mas, para animarlo, su padre lo envío a un viaje en compañía de su hermano y primos. Pasar por Egipto, Tailandia y China le dio seguridad de sí mismo. Del trayecto total sólo faltaba una última parada, Japón, antes de volver a casa como un hombre nuevo. Sin embargo, durante el recorrido sufrió un atentado y toda la confianza que había ganado, se esfumó. Un hombre lo atacó con una katana, Nicolás se asustó tanto que se quedó inmóvil hasta que su primo enfrentó al agresor. Todas las inseguridades volvieron a Nicolás, sólo asistió a la inauguración del tren transiberiano y se volvió a recluir en su palacio en Rusia…

En cuanto Alejandro murió, Nicolás se encontró con el poder absoluto y lo primero que hizo fue salir a buscar nuevamente a Alix y pedirle matrimonio de nuevo. Esta vez, ella aceptó, adoptando el nombre de Alejandra Fiódorovna. En su diario, Nicolás confesaría que nunca estuvo listo para ser zar: era una responsabilidad que no quería ni le gustaba, pero debía asumir. En noviembre de 1895 nació su primera hija, la gran duquesa Olga, y un año más tarde, en mayo de 1896, se celebró su coronación en Moscú. Como era costumbre, se organizó una gran celebración popular en el Campo de Jodynka, Moscú. El evento consistía en repartir regalos al pueblo: comida, bebidas y recuerdos conmemorativos. Sin embargo, el rumor de que no habría comida ni regalos desató el caos: más de mil muertos y miles de heridos.

Más tarde, Nicolás rechazó asistir a una fiesta en la embajada francesa debido a la tragedia, pero sus asesores lo convencieron de ir. El pueblo jamás le perdonó esa indiferencia.

A pesar de que trató de imitar el gobierno de su padre, su falta de decisión y debilidad para aplicar reformas políticas hizo que poco a poco entrara en crisis. El país era un desastre y pronto estallaron huelgas en el campo. A la par surgían los movimientos marxistas, socialistas y populistas, que desestabilizaban aún más el Imperio. Ante la presión, Nicolás impulsó leyes laborales y ciertos derechos para los trabajadores, medidas que resultaron insuficientes. Por si fuera poco, convencido por sus asesores, Nicolás declaró la guerra a Japón creyendo en una victoria fácil. Pero fue un desastre, Rusia sufrió una humillante derrota y la imagen del zar quedó por los suelos, lo mismo que la participación rusa en la Primera Guerra Mundial.

Todo terminó de estallar cuando un sacerdote, Georgi Gapón, encabezó una marcha pacífica para entregar al zar una carta con peticiones de su pueblo. Pero como en el gobierno de Nicolás todos hacían lo que querían, su ministro del interior ordenó recibir a balazos a los manifestantes. Los Romanov estaban cayendo.

El descontento social creció y el pueblo no tendría piedad con Nicolás, quien pensó que sería una gran idea ir al frente para animar a sus tropas, dejando el gobierno en manos de su esposa, Alejandra; ella cayó bajo la influencia del temible Rasputín, aquel místico que prometía curar al zarevich de la hemofilia. Y tras la muerte del depravado -como llamaban a Rasputín- se inició una guerra civil que terminó con el encarcelamiento de la familia real en Siberia. Varias casas reales le negaron apoyo a Nicolás II, incluido su propio primo y rey de Inglaterra. En Ekaterimburgo, la familia real vivió recluida hasta que ocurrió la tragedia: todos fueron asesinados… o eso se creía, pues años después apareció viva la princesa Anastasia. Pero eso ya es otra historia.

Así fue el auge y caída del último zar de Rusia, Nicolás II, quien perdió el poder, su familia y la vida.

 

Tiempo presente. Uno de los analistas más interesantes -analista de verdad- que estudia y reflexiona sobre la coyuntura nacional es Pedro Donoso, quien durante esta semana soltó algunos datos sobre la valoración positiva del presidente Daniel Noboa, que “hace apenas un mes parecía sorprendente, hoy muestra una caída considerable. Julio lo había catapultado entre los mandatarios mejor evaluados de la región. Sin embargo, el más reciente estudio de la encuestadora CIEES revela un brusco giro en la percepción ciudadana. Levantada en Quito y Guayaquil los días 23 y 24 de agosto, con 820 entrevistas en hogares, la encuesta ubica la valoración positiva de Noboa en 45%, frente a una negativa del 54%. El contraste es evidente: a finales de julio, el oficialismo registraba un 59,9% de aprobación, lo que significa un retroceso de casi 15 puntos en menos de un mes”.

 

A la par, continuó Donoso, la confianza en el Gobierno se ubica en 43,8%, frente a una desconfianza del 53%. Otro indicador sensible es el del estado de ánimo, en agosto el pesimismo alcanza un alarmante 78%, muy por encima del 60,2% de junio.

 

Según Donoso no existe una explicación única para este giro, pero el estudio ofrece algunas pistas como que la inseguridad sigue siendo el problema central, el 63,1% de los consultados la señala como la principal preocupación, y casi seis de cada diez perciben que la situación ha empeorado. A esto se suma un cambio en las expectativas: en julio, el 51% creía que el problema se resolvería en el largo plazo; hoy, esa cifra baja a 47%, mientras que aumenta al 25% quienes consideran que la violencia no se resolverá y habrá que acostumbrarse a ella.

 

“Este último dato nos ayuda a construir una hipótesis: la ciudadanía empieza a normalizar la violencia, pero podría identificar al Gobierno como responsable. La crisis en la prestación de servicios de salud ha deteriorado la percepción ciudadana: el 49,8% cree que el problema se resolverá a largo plazo, pero un 17% piensa que nunca tendrá solución y que se deberá convivir con él. El patrón es similar al de la inseguridad y podría estar contribuyendo a erosionar la valoración del Gobierno. Este retroceso llega en un momento crítico: a puertas de la consulta popular con la que el gobierno espera consolidar respaldo político”, perfiló Donoso.

 

Burbujas. Aunque los tiempos son distintos al de Los Romanov, hay algo que persiste a pesar de que las ciencias y la tecnología nos están permitiendo conversar con Dios sin necesidad de intermediarios, incluso. Y son las burbujas, como decíamos antes, que pueden encerrar con facilidad a las personas y de las cuales escapar es complejo. Le pasó a Nicolás II, y le pasa al político del gobierno parroquial más pequeño, alcalde, prefecto, hasta a los presidentes de potencias mundiales.

 

Desde 2008, con la Constitución, en Ecuador se estableció el modelo hiperpresidencialista y con ello, además de fortalezas para la gobernabilidad, políticamente la figura del mandatario perdió posibilidad de endosar responsabilidades de acciones u omisiones de su administración pública a su equipo de trabajo. Los errores y horrores de los servidores del Ejecutivo son consignados directamente al presidente, se explica pues fue quien puso su rostro en la papeleta y por quien los electores se definieron. El mandatario no tiene fusibles para reventar en su gabinete. Él es cuerpo presente o ausente y toda bondad, tropiezo o caída en la gestión le da directo en la cara. Es muy probable, por ejemplo, que si una de las figuras de su partido maltrata un perro en la calle y la imagen es viralizada en redes sociales -por citar un ejemplo mínimo- el mandatario sufra una caída en su reputación y credibilidad. Aunque el maltratador sea apartado, el daño ya está hecho. Y los ataques vendrán esencialmente desde organizaciones que no necesitan organización para movilizarse por sus reclamos y exigencias, concepto extraordinariamente desarrollado por Clay Shirky en su manifiesto “Here comes everybody. The power of organizing without organizations”.

 

Vamos con esto: con una multicrisis activada, con la nueva Asamblea Nacional pareciéndose a la vieja política que tanto denostó el movimiento oficialista ADN y que la ha llevado a un desgaste prematuro y desastroso, y un clima social donde el pesimismo es tendencia creciente, el presidente Daniel Noboa está casi solo y deberá encarar cada día de lo que resta del 2025 -haciendo un símil con el fútbol- como si fuese la final del campeonato. La consulta popular y referéndum será una medición de aprobación de su gestión. Hasta aquella vuelta a las urnas, Noboa tiene tiempo de ajustar su equipo, reestructurarlo, cambiarlo, recomponer estrategia. Paradójicamente, a su favor Noboa tiene en contra al correísmo que cada vez que sus militantes lo insultan o cuando el mismo ex mandatario Rafael Correa lo critica severamente, Noboa se sostiene o registra repuntes de percepción favorable. Son hechos reflejados en registros electorales.

 

El ecosistema digital no es todo cuando se gobierna. Hoy que ni siquiera un partido de fútbol de La Tri convoca la atención mayoritaria, las propagandas con mensajes nacionalistas del Gobierno y el mismo Himno a la Bandera que por estos días se encuentran pautados, aburren hasta el hartazgo a la mayoría de ecuatorianos de hoy que tienen otras visiones, prioridades, necesidades, insomnios y sueños. Hay que respetar a los electores. Hay que ponerse en los zapatos de la gente.

 

 

 

Néstor Romero Mendoza

Asesor en comunicación política estratégica

Columnista www.vibramanabi.com

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