Las crisis no siempre revelan que la empresa está mal; muchas veces revelan que una parte de ella nunca estuvo funcionando bien. Por eso, la respuesta no está en improvisar medidas generalistas, sino en atreverse a mirar de frente, área por área, hasta dar con la pieza que no encaja.
Invisibles pero letales. Así son muchos de los problemas que aparecen en tiempos de crisis dentro de una empresa. No siempre se trata de un colapso general, ni de una tormenta externa que golpea a todos por igual. Con frecuencia, el verdadero enemigo está concentrado en un departamento, en una unidad o incluso en una rutina mal diseñada que, al no resolverse, se convierte en un drenaje silencioso de recursos. Y es aquí donde la productividad debe entenderse no como un mantra corporativo repetido en conferencias, sino como una cirugía precisa, capaz de salvar la rentabilidad y la cultura empresarial.
Frente a la crisis, se llega a caer en la trampa de las generalizaciones, muchas jefaturas optan por la misma receta: recortar presupuestos, reducir personal, cancelar inversiones. Pero esas medidas, aunque suenen inmediatas, rara vez atacan el corazón del problema. Una línea de producción detenida por falta de mantenimiento, no se arregla con despidos. Una cadena logística descoordinada no mejora reduciendo salarios. Una administración sobrecargada de papeleo no se vuelve eficiente eliminando horas extras. Lo que hace falta es un diagnóstico honesto que permita reconocer, con valentía, que la falla puede estar en nuestros procesos internos mal gestionados.
La precisión es la verdadera estrategia, por ejemplo, en una planta operativa, la productividad no depende de motivar con discursos, depende de garantizar que la maquinaria se encuentre en óptimas condiciones, capacitación con contenidos de empatía y responsabilidad, asegurando el cumplimiento de estándares de medición, planes de igualdad por ejecutar como “El plan Púrpura” de carácter psicosocial y demás, de manera constante, y protocolos claros que optimicen el reducir desperdicios. En un sector agrícola, el futuro del cultivo puede definirse con una inversión inteligente en tecnología de riego o en drones que monitorean plagas. Por otro lado, en las oficinas administrativas, el cuello de botella no es el personal, sino la información que se atasca en correos o carpetas físicas, cuando lo que se necesita es digitalización e indexación para habilitar motores de búsqueda eficiente de información y procesos automáticos, que liberen tiempo y se enfoquen, de ahora en adelante, en desarrollar talento.
El talón de Aquiles corporativo. La logística y la distribución, áreas críticas en épocas turbulentas, suelen colapsar cuando no existe planificación estratégica. Los seguros mal negociados, la falta de protocolos de seguridad, la dependencia excesiva de un solo proveedor son errores que en crisis se pagan caro. Una empresa que no revisa a tiempo sus contratos y su red de distribución, está jugando a la ruleta rusa con su propio negocio y, por ende, el mercado. Y aquí la productividad no es ahorrar centavos en combustible, sino garantizar que cada entrega llegue con calidad, seguridad y a tiempo.
El espejismo de las ventas. Cuando cae la demanda, la reacción más común es culpar al consumidor o resignarse a un mercado contraído. Sin embargo, la productividad comercial no consiste en trabajar más duro, sino en trabajar con más inteligencia: reinventar la propuesta de valor, acercarse al cliente con soluciones consultivas, aprovechar la analítica de datos para anticipar tendencias y abrir canales digitales que, diversifiquen las ventas. En otras palabras, transformar la crisis en una oportunidad de reinvención comercial.
Es costoso el culpar al otro. Una de las peores prácticas en las direcciones empresariales es redirigir los problemas hacia áreas equivocadas. Así se pierden recursos, se desgasta al personal y se toma tiempo valioso en apagar incendios previsibles. Muchas veces, con una capacitación puntual, una explicación o una detección temprana se puede resolver el problema de raíz sin quemar presupuesto ni energía en lo innecesario. La productividad en la alta dirección consiste en saber dónde colocar la lupa, antes de sacar las tijeras del recorte.
La lección incómoda. Las crisis no siempre revelan que la empresa está mal; muchas veces revelan que una parte de ella nunca estuvo funcionando bien. Por eso, la respuesta no está en improvisar medidas generalistas, sino en atreverse a mirar de frente, área por área, hasta dar con la pieza que no encaja. La productividad segmentada no es un lujo de consultoría, es un imperativo de supervivencia. Porque quien logra identificar la falla a tiempo, evita pérdidas y abre espacios de crecimiento productivo, donde otros apenas sobreviven.

Erick Lasso - @klassasesores
Ingeniero en Administración de Empresas y Máster en Gestión Estratégica y Alta Dirección
Gerente General de KLASS ASESORES
Columnista www.vibramanabi.com