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Las creencias y contextos tienen una coherencia
Por: Néstor Romero Mendoza
Por Néstor Romero Mendoza
Publicado en 24/09/2025 13:30
PENSAR
Mural del "Guernica" de Picasso

  

Esto se publicó en 1837, por Hans Christian Andersen: Era un rey omnipotente -síndrome de hubris- que un día oyó a Guido y Luigi Farabutto decir que podían fabricar el traje más suave y delicado del mundo. Pero añadieron algo más: que la prenda tenía la especial capacidad de ser invisible para estúpidos o incapaces de estar a la altura de la magnitud del reinado. Tras convencer al rey, Guido y Luigi hicieron una serie de pedidos con costosos materiales con los cuales confeccionarían la vestimenta. Pasaron los días y el rey, con ansiedad acerca de si él mismo sería capaz de ver el traje o no, envió a dos de sus hombres de confianza a revisarlo. Ninguno de los dos admitió que era incapaz de ver la prenda y, por el contrario, ambos la alabaron. Toda la ciudad había oído hablar de la fabulosa indumentaria y estaba deseando comprobar cuán estúpido era su vecino -síndrome de comparación compulsiva-. El monarca decidió estrenarla en un día festivo. Llegó ese momento, y los pícaros Guido y Luigi hicieron como que lo ayudaban a ponerse el inexistente traje. El rey salió a desfilar, sin admitir que no podía verlo pues pensó que lo considerarían estúpido o inepto para reinar. La gente en las calles alabó el traje, temerosa de que sus vecinos se dieran cuenta de que no podían verlo -mentalidad de rebaño-. Finalmente, alguien se atrevió a pensar diferente y expresarlo: «¡Pero si el Rey va desnudo!» Fue un niño. Y la misma gente que segundos antes había aplaudido al emperador y su “ropa nueva”, gritó que efectivamente el Rey estaba desnudo -efectos Bandwagon-Underdog-. Sólo ahí, después del juzgamiento generalizado, él admitió su bochorno, mientras los pícaros buscaron otro destino, otro ser a quien envolver para sus fines. Este cuento de Hans sobre El traje nuevo del emperador nunca pierde vigencia como variante para abordar la vida y la política, donde los Guidos y Luigis no son simples anécdotas, sino a veces protagonistas de realidades y percepciones.

Gusto mucho de leer y observar sobre historia, como una oportunidad de acercarme al conocimiento y, sobre todo, como una posibilidad cierta de entender y comprender los tiempos que vivo y sus matices que, obviamente, son distintos a los de Hans Christian Andersen, pues atravesamos esta Cuarta Revolución Industrial marcada por la expansión de las tecnologías en cada área de nuestras vidas y cuyos límites son impredecibles, como las creencias. Sin embargo, y con matices, hay hechos propios de la naturaleza humana que se sienten cíclicos, que parecen repetirse aun no siendo iguales como pensaba Heráclito de Éfeso que “nadie puede bañarse dos veces en el mismo río". Quizás las ciencias sociales y los nuevos tiempos tienen más que ver con el gatopardismo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa "que todo cambie para que nada cambie".

Aprecio mucho, también, conversar con mis mayores. Personas que han vivido más y mucho siempre tendrán algo interesante e inteligente que contar. Frases como “el que escucha llega a viejo”, "si una vez te traiciona es su culpa; si te traiciona dos veces, es tu culpa" o “amigo el ratón del queso y se lo comió”, obtienen validaciones y observancias permanentes, siendo tesis o antítesis que enriquecen nuestras formas de ver la vida. Las pequeñas utopías del metro cuadrado que tenemos las personas comunes, coexisten en un universo que surgió hace aproximadamente 13.800 millones de años y del cual solo podemos observar 93 mil millones de años luz de diámetro, todavía desconocemos su tamaño por lo que se presume infinito. “Es viejo quien no ve cosas nuevas todos los días”.

Esta semana, el argentino Carlos Fara reflexionaba sobre la coyuntura política de su país y sugería al entorno al entorno presidencial “andá a visitar la BBC (Londres). Te vas a encontrar con un cartel que dice algo así como: no crea en un rumor… hasta que el gobierno lo desmienta”. En el ejercicio profesional, encuentro diferencias conceptuales grandes entre la comunicación electoral y la gubernamental, pues los objetivos y la consecución de éstos evolucionan, así como las lógicas de las formas políticas y el impacto de los resultados. Cuando pierdes una campaña, solo pierdes una campaña. Cuando se difumina el horizonte de la administración, un país entero entra en incertidumbre, generalmente. La historia universal tiene casos abundantes sobre esto, donde la fuerza de los hechos doblegó pretensiones de la instalación de verdades únicas. Los contextos importan y hay que saber escuchar. Alexis de Tocqueville fue un pensador, jurista, político e historiador francés, precursor de la sociología clásica y uno de los más importantes ideólogos del liberalismo conservador. En 1848, él, como legislador, tomó la palabra en la Asamblea Francesa: “Estamos durmiendo sobre un volcán. ¿No se dan cuenta de que la tierra tiembla? Sopla un viento revolucionario y la tempestad ya se ve en el horizonte”, dijo queriendo advertir a sus compañeros del surgimiento de un movimiento social que tiraría por los aires a todos. Días después nació una revolución en aquel país, y su poder recorrió el mundo inspirando nuevas ideas, teorías y modelos de organización estatal. Dar la espalda o pelearse con las creencias, emociones y sentimientos de la gente puede generar fenómenos impredecibles.

 

 

 

 

 

Néstor Romero Mendoza

Asesor de comunicación política estratégica

Columnista www.vibramanabi.com

 

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