Cualquier cinéfilo que se precie tiene a las adaptaciones de Frankenstein como una de las materias obligatorias de su cultura cinematográfica. Son tantas y tan variadas que repasarlas es una tarea titánica. Feliz y titánica. No solo las que parten de la novela que publicó Mary Shelley en 1818, sino todas las versiones libres que surgieron con los años, los textos afines y los que se inspiran en los mismos temas. Todos los años aparece una nueva aproximación a este clásico inmortal. Pero en lo personal creo que no existe tal cosa como demasiadas adaptaciones de esta obra cumbre de la literatura de todos los tiempos. Ahora llegó el turno de que Guillermo Del Toro encare el texto y debido a su conocido amor por Frankenstein, las expectativas previas eran muy elevadas. Seguramente él es uno de los máximos expertos en el tema y, posiblemente debido a eso, ha hecho una versión que es fiel e infiel al texto y se mueve por carriles propios, otorgándole a su película una identidad propia que evita la trampa del guiño cinéfilo y se centra en construir una obra única.
Aunque la novela se escribió en el año 1818, la película transcurre unas décadas más tarde, ajuste habitual que permite crear imágenes más cercanas al imaginario cinematográfico del espectador y con algunos pequeños avances científicos que ayudan al verosímil de esta historia. Como sabemos, Frankenstein es un texto fundacional no solo del horror gótico, sino también de la ciencia ficción. En el espectacular inicio, un barco liderado por el capitán Anderson queda atrapado en un iceberg. La tripulación encuentra a Victor Frankenstein y lo sube a bordo. Pronto son atacados por una criatura con fuerza sobrehumana. Victor entonces le cuenta al capitán quién es esa criatura y los motivos por los cuáles ambos han llegado al fin del mundo.
Hace casi un siglo que los espectadores de cine han entendido los temas que subyacen detrás de los personajes de Frankenstein. Lo han entendido tan bien que todos usamos el apellido del doctor para referirnos a la criatura. Boris Karloff mediante, todos son capaces de reconocer el rostro del monstruo, incluyendo a todos los que no han visto la película de 1931. Convertido en un ícono de la cultura popular, el monstruo se ha vuelto más famoso que su creador. Aunque no todas las películas se hagan cargo, Victor es el creador de la criatura y, por lo tanto, su padre. Las variables de esta historia fueron en la misma dirección, incluyendo al Pinocho de Carlo Collodi, escrito en 1883. No es raro que Guillermo Del Toro haya hecho también una película sobre este personaje de la cultura popular. Esta versión 2025 de Frankenstein explora la relación padre e hijo como pocas adaptaciones previas lo han hecho. La excepción es, claro, El joven Frankenstein (1974) de Mel Brooks. La relación padre e hijo, creador y criatura, es central en el interés del relato y los dilemas existenciales de ambos son el corazón mismo de la trama. El monstruo supo ser el villano en algunas de las películas, pero a diferencias de sus compañeros de clase desde la edad de oro de la Universal, los espectadores siempre sintieron piedad y afecto por la creación de Victor, quién en muchas adaptaciones, era un villano. Acá, con los dos puntos de vista, ambos son buenos y malos, víctimas y victimarios. Guillermo Del Toro no podía hacer una versión más entre otras tantas, aún cuando ya se hayan hecho más de cien películas previas a esta del año 2025. Aunque se ha recuperado y restaurado la fantástica adaptación de 1910, la película que marcó las bases de la criatura en el cine fue la dirigida por James Whale en 1931. La extrema simplificación de la historia y la espectacularidad del momento de la creación, fueron el punto de partida para casi todo lo que vino después. Las excepciones fueron Frankenstein: la verdadera historia, el telefilm de 1973 con el cual el film de Guillermo Del Toro comparte muchas cosas, y Frankenstein de Mary Shelley (1994) de Kenneth Branagh.
Guillermo Del Toro construye una versión que, si no se convierte en un clásico, será exclusivamente por su condición de ser un estreno de Netflix. Ojalá su paso por las salas no hubiera sido tan acotado. En el vestuario, la dirección de arte, la fotografía, la película tiene estilo e identidad. Tiene muchos momentos impactantes e inolvidables, pero si se hubiera planificado exclusivamente para la pantalla grande, quizás hubiera podido ser aún más memorable. Lo bueno y lo malo de los que admiramos el libro de Mary Shelley y toda la filmografía que inspiró es que mucho de nuestro interés está en ver qué cosas nuevas trae cada película, que decisiones toma y cómo se diferencia de las demás. Sí, hay muchas películas y series malas sobre estos personajes y derivados insólitos. Pensamos en la Universal, pensamos en la Casa Hammer, pensamos en las adaptaciones más alocadas y en Tim Burton. Guillermo Del Toro se aleja acá de las lecturas políticas de sus films más premiados y se entrega a la tragedia romántica por completo. Mary Shelley lo mejora como director. Con picardía no disimulada la criatura termina siendo atractiva y bella también exteriormente, algo para darle un giro más que mantenga viva la llama forjada por una escritora hace más de dos siglos atrás. Mary Shelley es descubierta y redescubierta por muchos a partir de esta nueva película y eso siempre es motivo para estar feliz. Frankenstein (2025) podría convertirse en un nuevo film de culto y recuperar su lugar en salas a la altura de sus méritos.

Santiago Garcia
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