El objeto interestelar volvió a ser visible y la NASA prepara dispositivos para seguirlo de cerca hasta su acercamiento en diciembre.
Cuando los telescopios del hemisferio norte captaron una débil mancha azulada sobre el horizonte, los astrónomos comprendieron que estaban presenciando algo extraordinario. Era el 3I/ATLAS, el cometa que viene desde los confines del espacio interestelar a nuestro Sistema Solar.
Recientemente, volvió a ser visible después de cruzar detrás del Sol. Su reaparición marcó un nuevo capítulo en una historia que combina precisión científica y asombro, porque este viajero de otro sistema estelar no solo sobrevive a su encuentro con nuestra estrella, sino que parece desafiar las reglas conocidas de la física.

Qicheng Zhang, investigador del Observatorio Lowell en Arizona, fue el primero en fotografiarlo con el potente telescopio Discovery. También logró hacerlo visible con un pequeño instrumento personal, lo que confirmó que el visitante podía ser detectado incluso por aficionados. “Todo lo que necesitas es un cielo despejado y un horizonte oriental muy bajo. No se verá muy impresionante, es solo una mancha, pero será una mancha cada vez más visible en los próximos días”, explicó Zhang.
En esa sencilla descripción se condensó la emoción de la comunidad astronómica: el primer registro óptico del 3I/ATLAS después de su paso por detrás del Sol, el 31 de octubre, justo en la noche de Halloween.
Los astrónomos sabían que este no era un cometa cualquiera. El 3I/ATLAS es apenas el tercer objeto interestelar identificado en la historia, después de 1I/‘Oumuamua en 2017 y el 2I/Borisov en 2019.
Su nombre es una abreviatura del telescopio que lo descubrió el 1 de julio en Chile: Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System. Desde entonces, su comportamiento desconcertó a todos los observadores, por su velocidad, su brillo y una trayectoria tan recta que parecía dibujada con regla.

El viajero que desafía las órbitas
Según los cálculos de la NASA el 3I/ATLAS viaja a más de 210.000 kilómetros por hora (60 km por segundo), una velocidad que lo impulsa a atravesar el Sistema Solar en una órbita hiperbólica, sin quedar atrapado por la gravedad del Sol. En otras palabras, llegó desde otro sistema estelar y pronto volverá al espacio profundo, sin regresar jamás. Su paso más cercano al Sol —el perihelio— ocurrió entre el 29 y el 30 de octubre de 2025, cuando se ubicó a 1,36 unidades astronómicas, unos 203 millones de kilómetros, justo dentro de la órbita de Marte.
Durante ese momento crítico, el cometa se ocultó detrás del Sol desde la perspectiva terrestre, pero los investigadores siguieron su rastro mediante telescopios espaciales y cálculos orbitales. Apenas reapareció, el telescopio Lowell Discovery fue uno de los pocos lo bastante potentes y flexibles como para apuntar tan bajo en el horizonte y captar la débil luz del cometa. Zhang también notó que el objeto mostraba un tono claramente más azul que el Sol, una rareza que encendió las alarmas en la comunidad científica. Su colega y coautor publicó un análisis que sugería que el 3I/ATLAS experimentó un incremento de brillo antes del perihelio, compatible con emisiones de gas que contribuían a su resplandor visible.

Lo extraordinario es que el cometa no solo sobrevivió a su acercamiento, sino que emergió más luminoso. El astrónomo Jason Wright, de la Universidad Estatal de Pensilvania, expresó el entusiasmo general: “Este es solo el tercer cometa interestelar de este tipo que hemos podido estudiar, y los científicos planetarios están muy emocionados por aprender cómo son los cometas en otros sistemas solares”. Con un núcleo de unos 20 kilómetros de diámetro y una masa superior a 33.000 millones de toneladas, el 3I/ATLAS es el objeto interestelar más grande observado hasta ahora.
Su viaje también incluyó una visita cercana a Marte, el 3 de octubre, cuando pasó a apenas 28 millones de kilómetros del planeta rojo. A fines de diciembre alcanzará su punto más próximo a la Tierra, a 270 millones de kilómetros, y en marzo de 2026 se acercará a Júpiter antes de perderse en la oscuridad interestelar. Aunque su ruta lo acerca relativamente a nosotros, la NASA descartó cualquier riesgo: el cometa no representa amenaza alguna para la Tierra. Pero sí ofrece algo aún más valioso: la posibilidad de observar un fragmento de otro sistema solar en tiempo real.
Los astrónomos creen que el 3I/ATLAS se formó hace unos 10.000 millones de años, mucho antes del nacimiento de nuestro Sol, en las regiones más antiguas de la Vía Láctea.
Su composición de hielo, polvo y gases intactos lo convierte en una cápsula del tiempo cósmica que guarda información sobre los primeros procesos químicos de la galaxia. En palabras simples, estudiar este cometa es mirar hacia el pasado remoto de la materia que compone todo lo que conocemos.

El enigma azul
Sin embargo, la emoción científica se transformó en desconcierto cuando comenzaron a llegar los primeros análisis detallados. El profesor Avi Loeb, de la Universidad de Harvard, fue uno de los primeros en advertirlo: “Tenemos un informe que indica que el objeto se volvió mucho más brillante de lo esperado, mucho más brillante que cualquier cometa anterior del sistema solar, a medida que se acercaba al Sol”.
Pero lo que más sorprendió a los investigadores fue el color. “Además, el color del objeto es azul, más azul que el Sol, y eso es muy sorprendente porque normalmente, cuando hay polvo alrededor de un objeto, debería volverse rojo”, dijo Loeb.
Esa observación generó un dilema físico: si el cometa estaba compuesto de hielo, debía ser frío y, por lo tanto, más rojizo. Pero los datos indicaban lo contrario.
“El objeto debería ser mucho más frío que el Sol, por lo tanto, más rojo que el Sol; sin embargo, los datos muestran que es más azul que el Sol, lo que significa una temperatura muy alta… ¿Por qué sería más azul que el Sol?”, se preguntó el astrónomo. Loeb reconoció que el comportamiento térmico del cometa “parece aún más extraño de lo que pensaba” y que aún no existe una explicación clara.
El misterio se profundizó con la detección de una “anti-cola”, un chorro de gas y polvo dirigido hacia el Sol, en lugar de alejarse de él. Ese fenómeno, observado por el Telescopio Óptico Nórdico de España, fue seguido poco después por la aparición de una cola convencional, en dirección opuesta. Loeb propuso una interpretación provocadora: “Si el objeto es una nave espacial alienígena que está desacelerando, entonces la anti-cola sería evidencia de una maniobra de ‘empuje de frenado’, que naturalmente cambiaría a una cola una vez completado el proceso de desaceleración”.

Aunque la hipótesis de una tecnología no humana divide a la comunidad científica, nadie discute que el 3I/ATLAS presenta propiedades químicas inéditas. Los análisis espectroscópicos revelan una mezcla poco común: dióxido de carbono, agua, cianuro y una aleación de níquel que nunca se detectó en la naturaleza. Su desequilibrio elemental —con mucho níquel y casi nada de hierro— no se corresponde con los patrones conocidos de los cometas del Sistema Solar.
La antigüedad del objeto refuerza el interés. Si efectivamente proviene del disco grueso de la galaxia, donde se encuentran las estrellas más viejas, su estructura ofrece una ventana directa al pasado de la Vía Láctea. Los científicos comparan su composición con la de los cuerpos del Sistema Solar para entender cómo se diferenciaron los procesos químicos de formación. Los primeros resultados indican un exceso de dióxido de carbono frente al agua, una proporción inusual que sugiere un origen en ambientes extremadamente fríos o en condiciones químicas muy distintas.
Las coincidencias orbitales tampoco pasaron desapercibidas. Su paso cercano a Marte y la precisión de su trayectoria en relación con Júpiter llamaron la atención del NOIRLab, que calificó la alineación como un “ajuste extraordinario de la trayectoria”. No por peligro, sino por lo improbable de su exactitud. Por eso, la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN) incorporó al 3I/ATLAS en su lista de objetos prioritarios. “Si bien no representa una amenaza, el cometa 3I/ATLAS ofrece una gran oportunidad para que la comunidad del IAWN realice un ejercicio de observación debido a su prolongada visibilidad desde la Tierra y su alto interés para la comunidad científica”, señaló la organización.

El 29 de octubre, el cometa 3I/ATLAS alcanzó su punto más cercano al Sol. Este punto, conocido como perihelio, estaba a unos 210 millones de kilómetros del Sol, o 1,4 veces la distancia entre el Sol y la Tierra, y estaba en el lado opuesto del Sol con respecto a la Tierra.
Esto significa que el Sol ha estado bloqueando la vista del cometa (desde la Tierra ). El cometa es el tercer objeto interestelar (de ahí el “3I”) que hemos detectado volando a través de nuestro Sistema Solar.
“El cometa 3I/ATLAS es posiblemente lo más antiguo que hemos visto en nuestro Sistema Solar. Nuestro Sistema Solar se formó hace 4600 millones de años , mientras que investigaciones recientes apuntan a que el cometa 3I/ATLAS podría tener más de 7000 millones de años o más. Ha pasado mucho tiempo viajando a gran velocidad por el universo solo para pasar unos meses en nuestro Sistema Solar. Cuando el cometa alcanzó el perihelio, probablemente fue el punto más cercano a una estrella en al menos millones de años”, explicó Laura Nicole Driessen, investigadora postdoctoral en radioastronomía, de la Universidad de Sídney.

Las investigaciones han demostrado que el cometa tiene más dióxido de carbono en sus capas exteriores que el que se ha visto en la mayoría de los cometas de nuestro Sistema Solar. También tiene una mayor proporción de níquel con respecto a otros elementos que la que se ha visto en los cometas locales.
“Estas firmas químicas dan una perspectiva única de la composición química de la nube de gas que formó el sistema solar del que provino el cometa. Esta es una de las razones clave por las que solo deberíamos preguntarnos sobre extraterrestres cuando se hayan agotado todas las demás posibilidades. Cuando hablamos primero de extraterrestres, podríamos perdernos toda esta información asombrosa”, sostuvo la experta.
Y citó: “Como dijo el astrónomo Carl Sagan (al reformular un principio del matemático francés Pierre-Simon Laplace ), ‘las afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias’. Es cierto que todavía no podemos explicar completamente cada detalle del cometa, pero no saberlo todo no es evidencia de extraterrestres”.
“Hablar de extraterrestres también deja espacio para que se difunda la desinformación. Por ejemplo, ha habido afirmaciones sobre cosas como cambios en la trayectoria y que el cometa 3I/ATLAS se “escondiera” detrás del Sol. A pesar de no haber evidencia que lo respalde, recibí muchas preguntas de este tipo cuando hablé sobre el cometa en línea . Esto demuestra lo fácil que es generar y difundir desinformación cuando hablamos de ‘extraterrestres’”, agregó.
Y concluyó: “Hay mucho que no sabemos sobre el cometa 3I/ATLAS y sobre el universo. No sería muy divertido ser astrónomo si ya lo supiéramos todo. Pero cuando hay algo desconocido, a los humanos nos gusta llenar ese vacío. Para los misterios de la astronomía, el vacío tiende a llenarse con extraterrestres. Sin embargo, no conocer todas las respuestas no es prueba de extraterrestres. Solo significa que tenemos trabajo por hacer”.
Mientras se aleja del Sol, el 3I/ATLAS vuelve a ser visible desde la Tierra. En diciembre alcanzará su máxima aproximación a nuestro planeta y los telescopios del mundo apuntarán hacia él. La NASA desarrolló una herramienta interactiva, Eyes on the Solar System, que permite seguir su recorrido en tiempo real, mientras que el sitio The Sky Live ofrece mapas actualizados con su posición exacta.
Los astrónomos esperan que las imágenes de la cámara HiRISE del orbitador marciano, aún no publicadas, revelen detalles sobre la textura y el brillo del cometa, así como pistas sobre la fuente de su misteriosa luz azul.
Quizás dentro de unos meses, cuando el cometa se pierda más allá de Júpiter, las respuestas comiencen a llegar. Por ahora, el 3I/ATLAS continúa su travesía imposible, recordando que el universo todavía guarda secretos capaces de desafiar la lógica humana y de encender, una vez más, el asombro que impulsa toda mirada al cielo.

Con información de Infobae por Víctor Ingrassia.